jueves, 11 de febrero de 2010

Contraportada: Revista Castilla, nº 2


Facsimil de la Revista Castilla editada en Toledo en 1918, predecesora de los movimientos castellanistas en la ciudad.

Cultura en Castilla

En este segundo número comenzaremos nuestras recomendaciones culturales informando a nuestros lectores que en la primera semana del mes de febrero, se celebrará en Toledo el tradicional Homenaje a los Comuneros con diversos actos organizados por distintos grupos y colectivos. Desde nuestras humildes líneas, animamos a participar a la sociedad toledana en particular y a la castellana en general, en estos actos que nos harán recordar las lucha de Padilla, Bravo, Maldonado, Pacheco, etc, por la defensa de los derechos de Castilla.

La siguiente recomendación nos lleva a Palencia, concretamente a la villa romana de la Olmeda. Tras la intervención arquitectónica realizada en los primeros meses del año 2009, esta increíble muestra de la arquitectura romana nos muestra el lujo de estas edificaciones en el corazón de Castilla, tal y como titulaba una revista de divulgación histórica de tirada nacional. Aunque si nuestros lectores del centro de Castilla no quieren desplazarse mucho, siempre pueden visitar la villa romana de Carranque (Toledo) que compite con la villa palentina por ver cuál de las dos es más espectacular. Lo más importante es poder disfrutar de este rico patrimonio histórico en territorio castellano.

Libro recomendado: Historia de Castilla, Reflexiones desde el siglo XXI


Siguiendo con nuestra sección de libros, para nuestro segundo número queremos recomendar la obra Historia de Castilla, Reflexiones desde el siglo XXI de Eduardo Carmona Ballestero., editado en Burgos en el año 2008. Es un libro fundamental para el conocimiento de los más de 1200 años de Historia que tiene nuestra querida y desgarrada Castilla. A través de su magnífica estructura y su amena lectura, nos adentramos en los diferentes períodos históricos que hicieron de Castilla un pequeño condado, posteriormente una potencia mundial y terminando en un “ente” olvidado y desgarrado por estamentos políticos, sociales y culturales.

Identidad y territorio


La realidad de la Castilla de hoy en día, y de su identidad, no presenta un paisaje nada halagüeño. Y sin identidad colectiva, no hay desarrollo conjunto. Está claro que la organización territorial de Castilla, conociendo su realidad geográfica y humana, no es en ningún caso la más apropiada para la generación de identidades motivadoras y comprometidas. Es imprescindible la deconstrucción de las Castillas que conocemos, y construir una nueva identidad que nos asegure el compromiso y la militancia de los castellanos y castellanas por su futuro. Y es la identidad territorial local la que mayores oportunidades de desarrollo nos ofrece.

Son muchos los motivos por los que se requiere en las autonomías castellanas una división comarcal que permita la gestión de su basto territorio. La organización territorial actual en base a diferentes comunidades autónomas, divididas en provincias y municipios no responde a la realidad agrícola y ganadera, o de los servicios sanitarios, o de los educativos, o de los servicios sociales, y, en algunos casos (dependiendo de quien sea competencia su gestión), la división territorial planificada para hacer posibles y más eficientes los servicios de la administración, sobre pasan el nivel provincial. Lo curioso del caso es que nadie se pone de acuerdo en una organización homogénea para todos ellos de forma que los habitantes de cualquier pueblo castellano no tengan que acudir con sus hijos a un colegio de un pueblo, al centro de salud de otro o a los servicios de la administración a otro diferente. Es cierto que cuando se intenta hacer una división comarcal los estudiosos se encuentran con multitud de dificultades, por que es difícil hallar las bases objetivas que solucionen el problema de una forma incuestionable. En cualquier caso el objetivo de cualquier división territorial, es la de facilitar el acceso a los servicios y los recursos, y hacer posible la buena vida de los habitantes de ese territorio. Y está claro que eso no lo está consiguiendo ni la actual organización territorial de Castilla, ni las divisiones heterogéneas y eminentemente políticas que se diseñan para dar respuesta a las necesidades de gestión territorial y prestación de servicios.

Hay evidencias suficientes para determinar cúal podría ser el elemento vertebrador del territorio en general, y de Castilla de forma particular y necesaria. Y no estoy hablando más que de la identidad local, como identidad proyecto, que tendría la capacidad de generar comunidades locales activas, participativas e implicadas en su desarrollo. Su punto de partida, la pertenencia a su lugar de residencia. Su objetivo, procurarse una mejor vida, mejorando la comunidad. Y estas comunidades locales, tienen un claro referente territorial sobre el que construirse en Castilla, que son las comarcas.

La vertebración territorial de Castilla en torno a unas comarcas cuyo proyecto de desarrollo se enmarca en lo que he venido denominando identidad proyecto, permitiría la generación de sujetos sociales que además de procurar la dotación de servicios y la adecuada gestión territorial, impulsarían el cambio social. La identidad proyecto supone un proceso de construcción social con un programa de valores y unos objetivos institucionales que atraen a una mayoría de ciudadanos sin excluir a nadie en principio. La identidad proyecto, que toma su forma y su origen en la comunidad local, no es una proclamación utópica de sueños, sino la lucha por imponer modos alternativos de desarrollo económico, sociabilidad y gobierno, en el seno de las comarcas castellanas producto de ese proceso.

César Benito

Antropólogo

¿Nos quieren mancheguizar? (I)


No es una afirmación gratuita la del titular, ni un neologismo verbal, es una realidad creciente y alarmante ya que se extiende sin ruido, pausadamente, pero sin parar. Lo extraño del asunto es que en nuestra región existan quiénes lúcidamente tengan estas pretensiones mancheguizantes ya sea desde la cultura, la política o los medios. Unos obrando desde la ignorancia supina y otros desde el cálculo, el objetivo parece ser destruir cualquier resto castellano en esta Castilla.

Es cierto y se ve, que padecemos una invasión del Quijote como elemento mancheguizante en todos los rincones y donde menos lo esperas. Todo en nuestra región rezuma Don Quijote de la Mancha. Un personaje que su creador castellano, lo tomó de otro real (Alonso Quijano) que ni siquiera era manchego sino sagreño. Pero quiso hacerlo de la Mancha para orgullo de la comarca castellana y como españoles y castellanos nos sentimos muy orgullosos de ello. Pero el abuso de la figura del hidalgo nos puede resultar empalogoso.

Nuestra región desde el principio fue un artificio administrativo y así continuará. Su nombre carece de propiedad ya que se alteró de manera impropia e imperdonable aquello que social, histórica y si me apuran atropológicamente definía el territorio como Castilla. Los añadidos distorsionantes de la identidad castellana, o su desaparición, es una contribución mas a la trituración arbitraria de Castilla y lo castellano.

Javier de Burgos ya lo practicó con las comarcas en el siglo XIX, al crear provincias rompiendo espacios naturales comunes, alterando los territorios con fuerte personalidad identitaria, confundiendo a las gentes arraigadas y vinculados a ellos, rompiendo esquemas de pertenencia y solidaridad por la fuerza de la escuadra y el cartabón de quien manda, y ordena el territorio con criterios extraños. Así nos encontramos que las comarcas castellanas se fueron dividiendo entre diversas provincias y consecuentemente dirigidas desde distintos centros administrativos, cuya fragmentación hace incluso hoy que se fusionasen con territorios ajenos a su propia identidad, apareciendo nombres inventados y a veces absurdos cuando no ridículos que suplantan los propios nombres geográficos universales, como quien se cambia de zapatos. De esta manera se evita también que las comarcas participen de solidariamente en su propio desarrollo por ser regidas por diversas administraciones provinciales. Divide y haré lo que quiera, ya que los administrados carecerán de identidad y por lo tanto sobrevendrá el debilitamiento del grupo social. No obstante Javier de Burgos, personaje afrancesado, Secretario de Estado de Fomento en 1833, triunfó con su partición y en base a ella surgieron las regiones que llamó “históricas” y que más tarde fueron modificadas apareciendo la división actual.

Es incuestionable que hoy en Castilla la Mancha se siente más el peso de la identidad provincial que la regional, consecuencia de la artificiosidad de esta última. Lo que no quiere decir que nuestro territorio fuera un erial sin identidad. Nadie medianamente culto puede negar nuestra castellanidad. Esta Castilla que incorporó en su seno al viejo reino de Toledo (1085) incluyendo más tarde la “manxa”, fue llamada Castilla la Nueva no por mera distinción con Castilla la Vieja, sino por que nuevo fue su pensamiento, nueva su economía, nuevo el territorio, nuevo su derecho, nuevas sus gentes procedentes de una sociedad multiétnica que la dieron entidad propia. Nunca se la tuvo en cuenta para institucionalizarla y arrastró una historia donde la cultura fue su mayor florón y una revolución predemocrática ahogada en el cadalso. Desde entonces no quisieron las tramas políticas que fuéramos alguien.

En 1936 la Asociación de Escritores Regionalistas Castellanos a iniciativa de Carlos Alonso, fue la animadora del primer proceso autonomista de Castilla y León, abierto a crear una autonomía única con Castilla la Nueva. Los diputados castellanos sumisos a sus partidos nacionales, no tomaron en consideración el tema, aunque si consideraron la autonomía de Cataluña. ¡Que obedientes¡.

Intentos de generar e impulsar lo castellano ya los inició en Toledo Santiago Camarasa en 1918 con su revista Castilla que duró un año.

También en Toledo nació el El Castellano en 1910 hasta 1935. En Castilla León han proliferado publicaciones periódicas con el ánimo de lograr un resurgimiento castellano. El movimiento castellanista nunca dejó de existir.

Castilla Norte o Castilla Sur, Castilla la Vieja o Castilla la Nueva, da igual. Dos Castillas y una identidad. Es utópico pensar en una sola administración regional castellana. Sin embargo no lo es pensar en una acción común entre todos los castellanos, en lo cultural, en lo social, en lo político etc…En definitiva la vuelta a lo castellano (incluido lo manchego).

En el 2000 se crea el Consejo de Comunidades Castellanas por los presidentes de Castilla y León, Madrid y Castilla la Mancha, de obediencia no castellana. La buena intención quedó en agua de borrajas. Alguien encendió el piloto rojo.

Del río Tajo que pasa por Toledo


Diversos autores tanto toledanos como no toledanos, han escrito sobre el majestuoso y antiguamente llamado Tagus. Uno de esos intelectuales fue Francisco de Pisa. Este profesor de la universidad toledana es el autor de Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, publicada en 1605. Esta obra hay que enmarcarla dentro de un período dorado para la historiografía toledana que abarca desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. Dentro de los muchos datos y capítulos a destacar, es curioso el que tiene dedicado a nuestro querido y hoy moribundo río Tajo.

Comienza su texto hablando de la importancia para ubicar una ciudad, su situación geográfica y su relación directa con un foco de agua. Debido a esto, según el autor, Toledo se fundó en este peñón, pero no fue algo casual sino que respondía a “la divina providencia criada para que fuese sitio de una tal Ciudad, donde hay copia de fuentes y principalmente el caudaloso río Tajo, que la rodea y cerca para abastecer la Ciudad”1. Por tanto vemos la unión directa que hace el historiador de la Ciudad Imperial, el río y la Providencia.

Posteriormente se incluyen una serie de loas y alabanzas realizadas por autores latinos sobre el río toledano. Cita clásicos como Ovidio, Marcial, Juvenal o Plinio. Algunos de esos elogios que Pisa quiere mostrar parar adornar su discurso de grandeza del Tajo, son por ejemplo, el exponer que nuestro río tenía arenas de oro o engendraba piedras preciosas, etc. Se llega a hablar de un río dorado...

A continuación el autor toledano nos sumerge en el recorrido del Tajo: “Entra Tajo en la Ciudad por la puente de Alcántara, sale por la de San Martín. Nace de la sierra de Cuenca de un valle que llaman las Vaguillas, pasa por cerca de Auñón, y del castillo de Zorita. Y parece que no preciándose de entrar por dentro de los lugares poblados, corre solitario por los campos, ha vista de muchos pueblos, hasta entrar en el bosque de Aranjuez, donde recibe en sí el río de Jarama, haciendo muy fresco y deleitoso aquel sitio y regando su arboleda. De allí viene muy caudaloso a esta Ciudad, y la hermosea y ennoblece, y provee de abundancia de peces, que son los mejores y más sanos de España. Las nobles villas de Talavera y Alcántara gozan de las riberas de Tajo”2.

En primer lugar sitúa la entrada y salida del río en Toledo. Seguidamente nos ubica su nacimiento y como se adentra en tierras alcarreñas pasando por la actual Zorita de los Canes3 con su majestuoso castillo, al que hace referencia el autor. A continuación, se nos presenta el río como un viajero solitario alejado del bullicio de los pueblos hasta llegar a Aranjuez. En este punto de la narración, vemos un aspecto muy reseñable y es la descripción que se realiza de aquel lugar alrededor del año 1600. Se muestra un Aranjuez repleto de árboles, recibiendo las aguas limpias de uno de sus afluentes, el Jarama. Esto creaba un espacio para el disfrute por el ambiente fresco y agradable que generaba por la sombra de los árboles y el agua pura del Jarama. Qué grande es la diferencia con la situación actual de nuestros queridos Tajo y Jarama a su paso por Aranjuez. El Jarama ya no trae sus aguas puras y ese oasis que nos describe Pisa, que era esta ciudad madrileña al paso de los dos ríos, hoy es prácticamente un recuerdo.

Pero si lo anterior era una bella postal muy bien descrita, lo que nos dice el historiador después es, aún más si cabe, un lejano recuerdo, una evocación que los toledanos de la actualidad no saben si fue un dulce sueño u ocurrió de verdad. El Toledo del año 1600 debía de contar con un Tajo muy distinto del actual, si nos fiamos de la información que nos proporciona Pisa, su caudal era abundante, daba belleza y grandeza a la capital castellana. Tampoco podemos considerar que los pobres peces del Tajo del siglo XXI sean abundantes, pero sobre todo, que sean los mejores y más sanos de nuestro país. Qué bella es la imagen que nos brinda el autor toledano con respecto a lo que tenemos que ver y sufrir en la actualidad.

Por último, se apunta el disfrute de sus riberas por las tierras de Talavera y Alcántara, ahora ese disfrute, al menos por la ciudad de la cerámica, se ha perdido.

Apoyándose en otro historiador, Florián de Ocampo4, Francisco de Pisa señala la longitud del Tajo, ciento veinte leguas en este caso, hasta su desembocadura en Lisboa. Además, siguiendo de nuevo lo dicho anteriormente por Ocampo, el historiador escribe: “Recibe en el Reino de Toledo las aguas de Henares, Jarama, Guadarrama y Alberche, y otras aguas, y ríos particulares”5.

Seguidamente el capítulo se adentra acerca del posible origen del río Tajo. Pisa deja a un lado la teoría de que el río toledano cogiera su nombre por un rey de la antigüedad remota, llamado Tago; y se acerca a la postura que defienden dos grandes autores de nuestra Historia, San Isidoro y el padre Juan de Mariana. “Mas probable es que haya tomado el nombre de Cartago, que hoy es llamada Cartagena, por caer en la provincia Cartaginense”6.

La última parte del capítulo se centra en las fuentes con las que cuenta Toledo. Apoyándose en esta ocasión en un trabajo de poesía realizado por Álvar Gómez7, enumera todas las fuentes que tiene la urbe imperial extramuros, por ejemplo la fuente de la Bastida, la de las Nieves, la de Cabrahigo, etc. Resalta como muy famosas las de San Bernardo, la de las Ciciones, la de Val de la Gollada y la de Val de Colomba. Éstas dos últimas las describe como “dos valles amenos y deleitosos”8. Incluso se centra en Val de Colomba porque gracias al río Tajo la inunda con sus aguas en invierno, comparando esta situación con la visita de caballero a su amada. También cita otras fuentes que se hallaban en terrenos rústicos como la del Moro. En total Toledo contaba con más de 20 fuentes en sus alrededores.

Pisa señala que “de las urbanas apenas se halla otra tan famosa como la fuente llamada del baño del Cenizal”9. Por tanto se presenta a este antiguo baño islámico como el foco de agua más célebre del Toledo de finales del siglo XVI. La descripción de su situación y ubicación es esta: “que es una partida en dos cerca del sitio donde al presente es el Colegio de los Infantes, fundado por el Cardenal Siliceo, en el cual sitio antiguamente hubo una plaza, en que se lavaban los paños con el agua de la fuente y de los fuegos que se encendía para hacer colada, dejaban hecho un cenizal, de donde se tomó el nombre de la fuente y el barrio”10. Por consiguiente, toda la zona adyacente a la actual Plaza de las Fuentes y al antiguo Colegio de Infantes era un lugar de abundante agua desde la época musulmana como confirman la presencia de diferentes baños en esa parte de la ciudad. Por ejemplo los Baños del Caballel o los citados del Cenizal.

Para concluir, el historiador toledano cita los pozos de acceso público que tenía Toledo alrededor del año 1600: “Pozos manantiales dentro de la Ciudad en lugares públicos, no contando los de casas particulares, son tres principales, el de Barrrionuevo, el de San Salvador, el pozo Amargo, todos de aguas salubres”11. La última referencia de su capítulo es para nombrar la existencia del baño de la Cava.

Como conclusión a este artículo, hay que señalar que el Toledo presentado por Francisco de Pisa es una ciudad donde el agua es un tesoro rico y abundante, tanto intramuros como extramuros. Dejando a un lado la “pasión toledanista” que puede nublar la objetividad del autor, lo que sí está claro, es que esta urbe castellana disfrutaba del líquido elemento con mucha diferencia de lo que los toledanos pueden o podemos hacer hoy en día. En el Toledo que nos describe Pisa, no se observa un río Tajo herido de muerte por las causas actuales que todos conocemos, ni sus riberas ni afluentes como el Jarama tal y como los podemos apreciar hoy en el siglo XXI. Era una ciudad orgullosa de su grandioso río y no vivía a sus espaldas como actualmente. Además, era una capital repleta de fuentes en sus alrededores y en su interior contaba con diferentes puntos de agua que abastecían a los toledanos de la época. Por lo tanto vemos un claro retroceso en la Historia del agua en Toledo, de ser una ciudad con un río de aguas saludables y llena de peces, de contar con múltiples fuentes en su periferia, de contar con baños y fontanas en su interior, ha pasado a ser una urbe con su río contaminado y sangrado por los trasvases y prácticamente sin una mísera fuente que ayude tanto a toledanos como a visitantes, a refrescarse en las épocas donde el calor castellano hace mas mella en la ciudad de los reyes godos.

Daniel Gómez Aragonés


1 Francisco de PISA, Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo. Edic. facsímil: Toledo, 1974, p. 14 v.

2 Francisco de PISA, op. cit., p. 15.

3 Francisco de Pisa no hace ninguna referencia cuando habla del paso del Tajo por este municipio guadalajareño, de la antigua ciudad visigoda de Recópolis tan unida al Tajo como su ciudad hermana, la capital goda, Toledo.

4 Historiador castellano, nacido en Zamora a principios del siglo XVI. Fue cronista de Carlos V y destacó por el uso y creación elementos ficticios en sus obras historiográficas.

5 Francisco de PISA, op. cit., p. 15.

6 Ibidem.

7 Destacado intelectual toledano del siglo XVI. Llegó a ser profesor de Griego en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares y amigo de grandes autores como Ambrosio de Morales o Juan de Mariana.

8 Ibidem.

9 Ibidem.

10 Francisco de PISA, op. cit., p. 15v.

11 Ibidem.