jueves, 11 de febrero de 2010

Del río Tajo que pasa por Toledo


Diversos autores tanto toledanos como no toledanos, han escrito sobre el majestuoso y antiguamente llamado Tagus. Uno de esos intelectuales fue Francisco de Pisa. Este profesor de la universidad toledana es el autor de Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, publicada en 1605. Esta obra hay que enmarcarla dentro de un período dorado para la historiografía toledana que abarca desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. Dentro de los muchos datos y capítulos a destacar, es curioso el que tiene dedicado a nuestro querido y hoy moribundo río Tajo.

Comienza su texto hablando de la importancia para ubicar una ciudad, su situación geográfica y su relación directa con un foco de agua. Debido a esto, según el autor, Toledo se fundó en este peñón, pero no fue algo casual sino que respondía a “la divina providencia criada para que fuese sitio de una tal Ciudad, donde hay copia de fuentes y principalmente el caudaloso río Tajo, que la rodea y cerca para abastecer la Ciudad”1. Por tanto vemos la unión directa que hace el historiador de la Ciudad Imperial, el río y la Providencia.

Posteriormente se incluyen una serie de loas y alabanzas realizadas por autores latinos sobre el río toledano. Cita clásicos como Ovidio, Marcial, Juvenal o Plinio. Algunos de esos elogios que Pisa quiere mostrar parar adornar su discurso de grandeza del Tajo, son por ejemplo, el exponer que nuestro río tenía arenas de oro o engendraba piedras preciosas, etc. Se llega a hablar de un río dorado...

A continuación el autor toledano nos sumerge en el recorrido del Tajo: “Entra Tajo en la Ciudad por la puente de Alcántara, sale por la de San Martín. Nace de la sierra de Cuenca de un valle que llaman las Vaguillas, pasa por cerca de Auñón, y del castillo de Zorita. Y parece que no preciándose de entrar por dentro de los lugares poblados, corre solitario por los campos, ha vista de muchos pueblos, hasta entrar en el bosque de Aranjuez, donde recibe en sí el río de Jarama, haciendo muy fresco y deleitoso aquel sitio y regando su arboleda. De allí viene muy caudaloso a esta Ciudad, y la hermosea y ennoblece, y provee de abundancia de peces, que son los mejores y más sanos de España. Las nobles villas de Talavera y Alcántara gozan de las riberas de Tajo”2.

En primer lugar sitúa la entrada y salida del río en Toledo. Seguidamente nos ubica su nacimiento y como se adentra en tierras alcarreñas pasando por la actual Zorita de los Canes3 con su majestuoso castillo, al que hace referencia el autor. A continuación, se nos presenta el río como un viajero solitario alejado del bullicio de los pueblos hasta llegar a Aranjuez. En este punto de la narración, vemos un aspecto muy reseñable y es la descripción que se realiza de aquel lugar alrededor del año 1600. Se muestra un Aranjuez repleto de árboles, recibiendo las aguas limpias de uno de sus afluentes, el Jarama. Esto creaba un espacio para el disfrute por el ambiente fresco y agradable que generaba por la sombra de los árboles y el agua pura del Jarama. Qué grande es la diferencia con la situación actual de nuestros queridos Tajo y Jarama a su paso por Aranjuez. El Jarama ya no trae sus aguas puras y ese oasis que nos describe Pisa, que era esta ciudad madrileña al paso de los dos ríos, hoy es prácticamente un recuerdo.

Pero si lo anterior era una bella postal muy bien descrita, lo que nos dice el historiador después es, aún más si cabe, un lejano recuerdo, una evocación que los toledanos de la actualidad no saben si fue un dulce sueño u ocurrió de verdad. El Toledo del año 1600 debía de contar con un Tajo muy distinto del actual, si nos fiamos de la información que nos proporciona Pisa, su caudal era abundante, daba belleza y grandeza a la capital castellana. Tampoco podemos considerar que los pobres peces del Tajo del siglo XXI sean abundantes, pero sobre todo, que sean los mejores y más sanos de nuestro país. Qué bella es la imagen que nos brinda el autor toledano con respecto a lo que tenemos que ver y sufrir en la actualidad.

Por último, se apunta el disfrute de sus riberas por las tierras de Talavera y Alcántara, ahora ese disfrute, al menos por la ciudad de la cerámica, se ha perdido.

Apoyándose en otro historiador, Florián de Ocampo4, Francisco de Pisa señala la longitud del Tajo, ciento veinte leguas en este caso, hasta su desembocadura en Lisboa. Además, siguiendo de nuevo lo dicho anteriormente por Ocampo, el historiador escribe: “Recibe en el Reino de Toledo las aguas de Henares, Jarama, Guadarrama y Alberche, y otras aguas, y ríos particulares”5.

Seguidamente el capítulo se adentra acerca del posible origen del río Tajo. Pisa deja a un lado la teoría de que el río toledano cogiera su nombre por un rey de la antigüedad remota, llamado Tago; y se acerca a la postura que defienden dos grandes autores de nuestra Historia, San Isidoro y el padre Juan de Mariana. “Mas probable es que haya tomado el nombre de Cartago, que hoy es llamada Cartagena, por caer en la provincia Cartaginense”6.

La última parte del capítulo se centra en las fuentes con las que cuenta Toledo. Apoyándose en esta ocasión en un trabajo de poesía realizado por Álvar Gómez7, enumera todas las fuentes que tiene la urbe imperial extramuros, por ejemplo la fuente de la Bastida, la de las Nieves, la de Cabrahigo, etc. Resalta como muy famosas las de San Bernardo, la de las Ciciones, la de Val de la Gollada y la de Val de Colomba. Éstas dos últimas las describe como “dos valles amenos y deleitosos”8. Incluso se centra en Val de Colomba porque gracias al río Tajo la inunda con sus aguas en invierno, comparando esta situación con la visita de caballero a su amada. También cita otras fuentes que se hallaban en terrenos rústicos como la del Moro. En total Toledo contaba con más de 20 fuentes en sus alrededores.

Pisa señala que “de las urbanas apenas se halla otra tan famosa como la fuente llamada del baño del Cenizal”9. Por tanto se presenta a este antiguo baño islámico como el foco de agua más célebre del Toledo de finales del siglo XVI. La descripción de su situación y ubicación es esta: “que es una partida en dos cerca del sitio donde al presente es el Colegio de los Infantes, fundado por el Cardenal Siliceo, en el cual sitio antiguamente hubo una plaza, en que se lavaban los paños con el agua de la fuente y de los fuegos que se encendía para hacer colada, dejaban hecho un cenizal, de donde se tomó el nombre de la fuente y el barrio”10. Por consiguiente, toda la zona adyacente a la actual Plaza de las Fuentes y al antiguo Colegio de Infantes era un lugar de abundante agua desde la época musulmana como confirman la presencia de diferentes baños en esa parte de la ciudad. Por ejemplo los Baños del Caballel o los citados del Cenizal.

Para concluir, el historiador toledano cita los pozos de acceso público que tenía Toledo alrededor del año 1600: “Pozos manantiales dentro de la Ciudad en lugares públicos, no contando los de casas particulares, son tres principales, el de Barrrionuevo, el de San Salvador, el pozo Amargo, todos de aguas salubres”11. La última referencia de su capítulo es para nombrar la existencia del baño de la Cava.

Como conclusión a este artículo, hay que señalar que el Toledo presentado por Francisco de Pisa es una ciudad donde el agua es un tesoro rico y abundante, tanto intramuros como extramuros. Dejando a un lado la “pasión toledanista” que puede nublar la objetividad del autor, lo que sí está claro, es que esta urbe castellana disfrutaba del líquido elemento con mucha diferencia de lo que los toledanos pueden o podemos hacer hoy en día. En el Toledo que nos describe Pisa, no se observa un río Tajo herido de muerte por las causas actuales que todos conocemos, ni sus riberas ni afluentes como el Jarama tal y como los podemos apreciar hoy en el siglo XXI. Era una ciudad orgullosa de su grandioso río y no vivía a sus espaldas como actualmente. Además, era una capital repleta de fuentes en sus alrededores y en su interior contaba con diferentes puntos de agua que abastecían a los toledanos de la época. Por lo tanto vemos un claro retroceso en la Historia del agua en Toledo, de ser una ciudad con un río de aguas saludables y llena de peces, de contar con múltiples fuentes en su periferia, de contar con baños y fontanas en su interior, ha pasado a ser una urbe con su río contaminado y sangrado por los trasvases y prácticamente sin una mísera fuente que ayude tanto a toledanos como a visitantes, a refrescarse en las épocas donde el calor castellano hace mas mella en la ciudad de los reyes godos.

Daniel Gómez Aragonés


1 Francisco de PISA, Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo. Edic. facsímil: Toledo, 1974, p. 14 v.

2 Francisco de PISA, op. cit., p. 15.

3 Francisco de Pisa no hace ninguna referencia cuando habla del paso del Tajo por este municipio guadalajareño, de la antigua ciudad visigoda de Recópolis tan unida al Tajo como su ciudad hermana, la capital goda, Toledo.

4 Historiador castellano, nacido en Zamora a principios del siglo XVI. Fue cronista de Carlos V y destacó por el uso y creación elementos ficticios en sus obras historiográficas.

5 Francisco de PISA, op. cit., p. 15.

6 Ibidem.

7 Destacado intelectual toledano del siglo XVI. Llegó a ser profesor de Griego en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares y amigo de grandes autores como Ambrosio de Morales o Juan de Mariana.

8 Ibidem.

9 Ibidem.

10 Francisco de PISA, op. cit., p. 15v.

11 Ibidem.

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