jueves, 11 de febrero de 2010

¿Nos quieren mancheguizar? (I)


No es una afirmación gratuita la del titular, ni un neologismo verbal, es una realidad creciente y alarmante ya que se extiende sin ruido, pausadamente, pero sin parar. Lo extraño del asunto es que en nuestra región existan quiénes lúcidamente tengan estas pretensiones mancheguizantes ya sea desde la cultura, la política o los medios. Unos obrando desde la ignorancia supina y otros desde el cálculo, el objetivo parece ser destruir cualquier resto castellano en esta Castilla.

Es cierto y se ve, que padecemos una invasión del Quijote como elemento mancheguizante en todos los rincones y donde menos lo esperas. Todo en nuestra región rezuma Don Quijote de la Mancha. Un personaje que su creador castellano, lo tomó de otro real (Alonso Quijano) que ni siquiera era manchego sino sagreño. Pero quiso hacerlo de la Mancha para orgullo de la comarca castellana y como españoles y castellanos nos sentimos muy orgullosos de ello. Pero el abuso de la figura del hidalgo nos puede resultar empalogoso.

Nuestra región desde el principio fue un artificio administrativo y así continuará. Su nombre carece de propiedad ya que se alteró de manera impropia e imperdonable aquello que social, histórica y si me apuran atropológicamente definía el territorio como Castilla. Los añadidos distorsionantes de la identidad castellana, o su desaparición, es una contribución mas a la trituración arbitraria de Castilla y lo castellano.

Javier de Burgos ya lo practicó con las comarcas en el siglo XIX, al crear provincias rompiendo espacios naturales comunes, alterando los territorios con fuerte personalidad identitaria, confundiendo a las gentes arraigadas y vinculados a ellos, rompiendo esquemas de pertenencia y solidaridad por la fuerza de la escuadra y el cartabón de quien manda, y ordena el territorio con criterios extraños. Así nos encontramos que las comarcas castellanas se fueron dividiendo entre diversas provincias y consecuentemente dirigidas desde distintos centros administrativos, cuya fragmentación hace incluso hoy que se fusionasen con territorios ajenos a su propia identidad, apareciendo nombres inventados y a veces absurdos cuando no ridículos que suplantan los propios nombres geográficos universales, como quien se cambia de zapatos. De esta manera se evita también que las comarcas participen de solidariamente en su propio desarrollo por ser regidas por diversas administraciones provinciales. Divide y haré lo que quiera, ya que los administrados carecerán de identidad y por lo tanto sobrevendrá el debilitamiento del grupo social. No obstante Javier de Burgos, personaje afrancesado, Secretario de Estado de Fomento en 1833, triunfó con su partición y en base a ella surgieron las regiones que llamó “históricas” y que más tarde fueron modificadas apareciendo la división actual.

Es incuestionable que hoy en Castilla la Mancha se siente más el peso de la identidad provincial que la regional, consecuencia de la artificiosidad de esta última. Lo que no quiere decir que nuestro territorio fuera un erial sin identidad. Nadie medianamente culto puede negar nuestra castellanidad. Esta Castilla que incorporó en su seno al viejo reino de Toledo (1085) incluyendo más tarde la “manxa”, fue llamada Castilla la Nueva no por mera distinción con Castilla la Vieja, sino por que nuevo fue su pensamiento, nueva su economía, nuevo el territorio, nuevo su derecho, nuevas sus gentes procedentes de una sociedad multiétnica que la dieron entidad propia. Nunca se la tuvo en cuenta para institucionalizarla y arrastró una historia donde la cultura fue su mayor florón y una revolución predemocrática ahogada en el cadalso. Desde entonces no quisieron las tramas políticas que fuéramos alguien.

En 1936 la Asociación de Escritores Regionalistas Castellanos a iniciativa de Carlos Alonso, fue la animadora del primer proceso autonomista de Castilla y León, abierto a crear una autonomía única con Castilla la Nueva. Los diputados castellanos sumisos a sus partidos nacionales, no tomaron en consideración el tema, aunque si consideraron la autonomía de Cataluña. ¡Que obedientes¡.

Intentos de generar e impulsar lo castellano ya los inició en Toledo Santiago Camarasa en 1918 con su revista Castilla que duró un año.

También en Toledo nació el El Castellano en 1910 hasta 1935. En Castilla León han proliferado publicaciones periódicas con el ánimo de lograr un resurgimiento castellano. El movimiento castellanista nunca dejó de existir.

Castilla Norte o Castilla Sur, Castilla la Vieja o Castilla la Nueva, da igual. Dos Castillas y una identidad. Es utópico pensar en una sola administración regional castellana. Sin embargo no lo es pensar en una acción común entre todos los castellanos, en lo cultural, en lo social, en lo político etc…En definitiva la vuelta a lo castellano (incluido lo manchego).

En el 2000 se crea el Consejo de Comunidades Castellanas por los presidentes de Castilla y León, Madrid y Castilla la Mancha, de obediencia no castellana. La buena intención quedó en agua de borrajas. Alguien encendió el piloto rojo.

1 comentario:

  1. Sólo una pregunta ¿Pero es que para hablar de Castilla hay que meter la cuartelada de por medio? Porque recordemos que ese escudo y esa bandera hacen referencia tanto a los territorios leoneses como los castellanos propiamente dichos.

    Es que parece que cada vez que algún castellanista quiere recolocar a Castilla en su posoción histórica siempre se olvida de que los leoneses NO SON castellanos. No menos de lo que fueron los gallegos, los asturianos, los extremeños, los andaluces, los vascos o los canarios.

    Sería bueno que de una vez por todas el castellanismo dibujara un linea clara entre su identidad territorial y la identidad territorial de sus convecinos, pero nunca anexionarlos como propios.

    ¡¡¡Púrpura y plata!!!

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