lunes, 7 de junio de 2010

Agresiones al castellano (I)


Numerosas, y desde muy variados frentes, son las agresiones que diariamente recibe la lengua castellana, esta preciada lengua hecha realidad cada instante por cerca de quinientos millones de hablantes, ubicados en los lugares más recónditos del universo mundo. Es, también, nuestra lengua castellana, después del chino mandarín, la que alimenta el pensamiento –y con ello el espíritu- de mayor número de hablantes que la tienen por “lengua madre”. Además, para hacerse con sus reglas de buen uso y con su vocabulario, miles y miles de estudiantes extranjeros aguardan pacientemente a las puertas de las Embajadas españolas, de los Institutos Cervantes repartidos por el mundo entero y de los Institutos bilingües, Academias miles, Centros de Estudios y de las Universidades de todo el orbe. Pues bien; esta lengua noble y universal, con escritores y obras resaltados como eternos, pues con su valor de mitos se hallan al margen de los cánones valorativos de la moda, es agredida y despreciada en el solar patrio desde el gobierno y sus administraciones, pasando por las autonómicas –algunas de éstas, si cabe, con mayor afición y encono-, por el gremio de los comentaristas del deporte y numerosos “escribidores” de revistas y periódicos, por politicastros de tres al cuarto desde la misma tribuna de oradores y por un número ilimitado de contertulios televisivos y radiofónicos, hasta los que se anuncian con rótulos de neón en las puertas de sus respectivos establecimientos y en la chapa, laterales y traseras, puertas y luna de coches utilitarios y comerciales. Y lo hacen sin rubor y sin propósito de enmienda, pues insisten en sus agresiones tozudamente: a lo sumo dicen “valga la redundancia”.

¿”Ocurre otro tanto en otras lenguas cultas y modernas”?, preguntarán ustedes. Pues no. ¿Cómo van a ocurrir estos despropósitos contra sus respectivas lenguas? ¿Alguien podría escucharlos sin sentirse ofendido? Claro que no. Y saldría a la palestra pública el presidente o primer ministro (o uno de los múltiples ganapanes llamados consejeros de educación) a reprender, amonestar y afear al ofensor por sus ultrajes a la lengua de todos. Y se le instaría a corregir el anuncio incorrectamente escrito en un plazo de tiempo tan breve como prudencial.

Ahora señalo la máxima de estas agresiones: el hecho de que grupos minoritarios extremistas y trasnochados no permitan el uso reglado de nuestra lengua castellana en letreros públicos reseñados en calles y plazas públicas de la región catalana y, por ende, su empleo como vehículo educativo. ¡Será posible! Y como el gobierno ni sus administraciones hacen nada por corregir estos dislates, digo que el primer ofensor es el des-gobierno actual y todos los gobiernos anteriores. (Continuará).

Juan José Fernández Delgado

2 comentarios:

  1. Si los castellanos queremos ser respetados, tendremos que aprender a respetar a los demás y para ello, un primer paso es reconocer que nuestra lengua, en los territorios fuera de Castilla ES UNA LENGUA IMPUESTA por el imperialismo español.

    Los pueblos ocupados por el imperio español deberían tener todo el derecho a desarrollarse en su propia lengua sea este el catalán, el euskera, el gallego, el aragonés, el bable o el aymara.

    ResponderEliminar
  2. No estoy para nada de acuerdo. Por esa regla de tres el latín también fue impuesto por los romanos en Hispania.En muchas regiones de España se optó por el castellano en lugar del leonés o el aragonés por ejemplo, en un momento determinado de la Historia. No por ello debemos dejar que se pierda ninguna lengua o dialecto ya que son bienes patrimoniales.
    Lo importante es que en España tenemos una lengua común que nos une a todos, el castellano. Luego algunas comunidades autónomas tienen la inmensa suerte de tener dos lenguas y eso debe potenciarse como un factor cultural, no como una lucha política.

    ResponderEliminar